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El sombrero que perdio su nombre y la ecuatoriana que busca reivindicarlo

POR MICHELLE MYERS EL 3 DE SEPTIEMBRE DEL 2021

El "sombrero de Panamá" no es de Panamá. En Filadelfia, Silvia Roldán reinvindica la historia del sombrero que perdio su nombre. Foto: Michelle Myers/Presente Media.

El sombrero de paja toquilla ha sido un accesorio de moda a través de los siglos. Sin embargo, la gente aún desconoce su origen. Mientras los llaman "sombreros de Panamá", a 752 millas al sur, en Ecuador, comunidades indígenas trabajan durante meses para crearlos. La entrepreneur Silvia Roldán se ha propuesto educar a la gente sobre esta idea errónea, al tiempo que contribuye a la economía de los dos países y ayuda a mantener viva la tradición de los sombreros de paja toquilla.

En 2014, Silvia Roldán se trasladó a Pensilvania desde Ecuador. No para perseguir el "sueño americano", sino por amor. Habiendo crecido en la clase media ecuatoriana, con un título universitario en Hotelería y Turismo, y sin dominar completamente el inglés, sabía que las cosas serían diferentes. Pero no estaba preparada para todo lo que conllevaria dejar al país que la vio nacer. 

Aunque le encantaba estar con su pareja y sus suegros eran "muy buenos con ella", Roldán se sentía aislada. No sólo echaba de menos su sistema de apoyo y su carrera, sino también su cultura y sus tradiciones. Ahora, sin poder trabajar ni estudiar, mientras tramitaba su residencia, estaba atrapada en los suburbios. Por lo que era muy difícil encontrar una comunidad de personas que se pareciera a ella o que compartiera sus mismas experiencias.

Hay que tener en cuenta que la mayoría de los estadounidenses no saben dónde está Ecuador, así que en un país donde sólo el 1% de los latinos son ecuatorianos, Roldán sintió que la única forma de conectar con su cultura era mantenerla viva. La historia del sombrero de paja toquilla y la confusión en cuanto a su nombre siempre la había intrigado, ¿cómo se volvió tan popular el nombre erróneo? ¿Y cómo podía ella ayudar a enmendar el error? 

"Hay algo sobre la historia, especialmente la historia viva", dice Roldán. "Puedes ir a Ecuador y ver cómo hacen el sombrero, y lo que significa para ellos. Eso me enamoró", añade. Y pronto ella y su marido se trasladaron a Filadelfia, donde Roldán se propuso aprender todo lo posible sobre el sombrero y averiguar cómo llevar su historia a la ciudad del amor fraternal. 

Las muchas versiones de un nombre equivocado

Según Roldán, hay muchas versiones sobre por qué el sombrero pasó a llamarse "sombrero de Panamá". La historia del origen es algo así como un mito con un comienzo común que en algún momento diverge para tratar de explicar el instante exacto en el que Ecuador perdió su conexión con el sombrero.

Allá por el siglo XVI, los conquistadores españoles que llegaron a lo que hoy es la costa de Ecuador, vieron a las culturas indígenas Huancavilca, Mantas y Caras acompañar su vestimenta tradicional con un sombrero distinto a cualquier otro que hubieran visto. Fue lo suficientemente atractivo como para no eliminarlo de su cultura. Pero durante el siglo siguiente no está claro qué pasó con él.

Se desconoce cuándo se asocio el sombrero con Panamá, pero las historias van desde la Fiebre del Oro de California hasta el Canal de Panamá. Foto: Michelle Myers/Presente Media

Hacia 1629, un hombre extranjero llamado Francisco Delgado llegó a la provincia de Manabí, y al darse cuenta de la habilidad de los indígenas para tejer la paja, comenzó a crear patrones de sombreros para que ellos los hicieran y él los comercializaba. Pronto la creación del sombrero se extendió desde la costa del país hasta Azuay, en la sierra ecuatoriana de Cuenca.     

Para 1835, el expatriado político español Manuel Alfaro y González vio el sombrero por primera vez, en Montecristi. Y dedicó su vida a crear un modelo de negocio para comercializarlo, con el objetivo final de exportarlo. A través del Istmo de Panamá, él y María Natividad Delgado, su esposa, consiguieron que el sombrero de paja toquilla fuera conocido por los viajeros.  Hasta aquí llega la versión en común  de los orígenes del nombre erróneo. 

Según algunos, en 1848, la fiebre del oro había dado sus primeros pasos y muchos viajaban por vía marítima, atravesando Panamá para llegar a California. En su camino, algunos adquirieron el sombrero, empezaron a llamarlo "sombrero de Panamá", y se extendió como pólvora.  Otros no están de acuerdo con esta teoría y sitúan el origen de esta confusión en la World's Fair de París de 1855, donde los sombreros se exhibían como procedentes de Panamá, porque ese era el puerto del que habían salido.

Sin embargo, en 1898, durante la guerra hispano-estadounidense, el Gobierno de Estados Unidos encargó a Ecuador 50.000 sombreros de paja toquilla. Lo que hace pensar que si sabían quién era el verdadero dueño del sombrero. Sin embargo, ocho años después, cuando el ex presidente Theodore Roosevelt visitó el Canal de Panamá, la memoria colectiva pareció fallar de nuevo y nació otra explicación del porque nombramos al sombrero erróneamente.

Debido al contexto histórico que rodeó la adquisición y creación del canal, el presidente panameño Belisario Porras pidió a Alfaro y González que hiciera un sombrero para el presidente de EE.UU. La historia dice que aceptó, y lo envió sin coste alguno, con una sola condición, decirle a Roosevelt que el sombrero había sido hecho y enviado desde Ecuador. Pero eso no ocurrió. El Presidente número 26 usó el sombrero ecuatoriano, pero el mundo empezó a llamarlo el "sombrero de Panamá" de Roosevelt.

Puede que nunca sepamos cuándo se produjo realmente la denominación errónea, pero a día de hoy la gente se asombra cada vez que Roldán explica que la icónica prenda no es panameña. Así que, tras ganar una beca, otorgada por el Welcoming Center for New Pennsylvanians, para un programa diseñado para enseñar a los inmigrantes a emprender un negocio; decidió crear toda una empresa dedicada a importar el sombrero y ayudar a que se diera a conocer en Filadelfia. 

Lo que hace que el sombrero de paja toquilla sea especial 

Silvia Roldán en el Reading Terminal Market en 2019 . Fotos por cortesía de Silvia Roldán

En 2017 nació YAKU WARE. Yaku significa agua en quechua ,una de las lenguas indígenas de Ecuador, un ingrediente clave para la supervivencia de la palma toquilla que crece en la costa del país.

Una vez cultivada, las fibras se separan manualmente de los tallos con una aguja, convirtiéndose en paja toquilla, se hierven para eliminar el pigmento verde natural y se llevan a las familias indígenas para que las tejan. Cuanto más fina es la fibra, más caro es el sombrero.

Tejen la mayor parte del sombrero de pie, presionando la paja con su propio cuerpo, entre una mesa y una estructura circular de madera. Una vez que está completamente tejido, el sombrero se lava a mano y se deja en un horno de madera durante 24 horas, para conseguir la textura y el color adecuados. Después, lo dejan al sol durante un par de horas. A continuación, los artesanos lo golpean con un mazo de madera para ablandar la paja y darle forma. Por último, lo planchan con una plancha antigua calentada en fuego de carbón para alisar el tejido. Dependiendo de la finura, este proceso puede durar entre un día y ocho meses.  

La singularidad de esta artesanía le ha valido el título de Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO. Pero a pesar de que los auténticos sombreros de paja toquilla tienen un precio que oscila entre los $100 y los miles de dólares, durante décadas los artesanos recibían muy poco dinero y vivían en condiciones de pobreza. Obligando a las nuevas generaciones a buscar nuevos caminos para ganarse la vida y dejando la responsabilidad de mantener viva la tradición sobre los hombros de las mujeres mayores y las amas de casa.  

Ante este panorama, a finales de la década de 2000 y principios de 2010, comenzaron a formarse asociaciones de mujeres artesanas. Para 2012, el 90% de los sombreros de toquilla provenían de 2.500 artesanas de múltiples asociaciones de Azuay, y la provincia pronto se convirtió en sede de 4 empresas exportadoras.

"Por la pandemia, hay algunas que han migrado, pero otras se han quedado, porque hay organizaciones como estas que ayudan a las comunidades a generar recursos a través de un pago justo", dice Roldán. Por eso es imprescindible que los sombreros de toquilla provengan directamente de estas asociaciones. Sin intermediarios, las mujeres que fabrican los sombreros pueden obtener una compensación justa por su trabajo.  

¿Por qué elegir traer este sombrero a Filadelfia?

Para Roldán la respuesta es cultural, pero también muy personal. Ya no es la misma joven que extrañaba intensamente su país. Tomó las riendas de la situación, aprendió inglés, obtuvo un máster y montó su pequeña empresa en menos de una década. Y desde que nació su hija, se siente realmente parte de la sociedad estadounidense.

Ahora tiene todas las herramientas para mantener viva la historia del sombrero toquilla y sacar a la luz el esfuerzo de las mujeres ecuatorianas que lo fabrican. Pero a un nivel personal más profundo, su espíritu emprendedor para mantener viva la tradición y contribuir a la economía tanto de Estados Unidos como de Ecuador se basa en la esperanza de que sus compatriotas no tengan que emigrar. Para que no tengan que sentirse desarraigados y aislados como ella se sintió una vez.

Entre enero y agosto de 2021, más de 89.000 ecuatorianos se han visto obligados a arriesgar sus vidas cruzando la frontera entre Estados Unidos y México para mantener a sus familias a flote, 29 de ellos han desaparecido en el proceso. A pesar de que su economía está conectada a la de Estados Unidos, con el dólar como su única moneda, Ecuador lleva años en medio de una crisis económica y política, y la pandemia del COVID-19 ha agravado gravemente la situación.

Si quiere saber más sobre la historia del sombrero de toquilla, el proceso o las mujeres que lo hacen, puede contactar a Silvia Roldán a travez de Instagram.

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